EL BOMBARDERO ATACA DE NUEVO
Se acaba de publicar “Estamos en el aire” (Norma, 2009), la segunda parte de “Bombardero”, novela señalada por buena parte de la crítica como la mejor y más novedosa del 2008. César Gutiérrez, su autor, vuelve a la carga con el tipo de declaraciones que suelen hacerlo destinatario de la admiración y el reproche popular entre lectores, bloggers y asiduos cibernautas. Deslenguado, con las ideas claras y la facha del que sobrevive a resacas inmemoriales, el también poeta no duda en refrescar la escena literaria con ácidas críticas que caerán como pesadas bombas sobre los escritorios. En pocas palabras, un maldito.
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Por Rafael Robles / Fotos: Eduardo Cavero
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–¿Cuánto ha engordado tu billetera después de publicar con una editorial grande?
–1618 soles es la cifra exacta que Norma me pagó por el 8% de cada “Ground zero” (la primera parte del libro) vendido. Jamás supe exactamente cuántos ejemplares tiraron, dicen que 1500 pero nunca dejaron entrar a nadie a la imprenta. Tampoco fui informado de la cantidad exacta de libros vendidos y ahora que le pedí muy amablemente a Rubén Silva (de Editorial Norma) que firmemos un contrato por “Estamos en el aire”, en cuya base la parte que yo reciba ascienda al 10%, resulta que se le malogró el correo.
–¿Te parece mucha coincidencia?
–La editorial Norma tiene un editor al que se le malogra el correo con la precisión quirúrgica de un bombardeo sobre Bagdad, además publica “Estamos en el aire” sin firmar contrato y, lo más grave, se hace la cojuda, aunque lo más probable es que yo sea un cojudo, y sospecho que todos los escritores de este país también lo son: ¿algún autor ha visto la cantidad de sus libros que salen de la imprenta?
–¿Este tipo de situaciones se da también en otros países?
–Mira, cuando era poeta me pagaron 200 dólares por leer tres versos en el Instituto Cervantes de Nueva York, mientras que Norma no me pagó un centavo por las tres presentaciones que les ofrecí. Pero lo más interesante: ¿qué editorial aceptará publicar la tercera parte de “Bombardero”? Ninguna, obviamente, pero la verdad está dicha y el autor vive para disfrutarla.
–Luego de más de año y medio de publicar la versión completa de “Bombardero”, ¿qué otras experiencias te dejan tomar vuelo en el Perú?
–La repercusión ha sido un proceso bastante aleccionador, conocí mucha gente y lo presenté en un montón de lugares. Pero la repercusión mayor que ha tenido, y hay que reconocerlo, es que Norma se atrevió a publicar un libro tan difícil. Solamente la visión de este libro (sostiene el original) es un poco atarantadora, pesa un montón, el tipo de papel es distinto, es negro, oscuro. No es un libro para vender o exhibir.
–Y también es un libro muy vinculado con la tecnología y el ritmo de la electrónica.
–Le he tratado de imprimir una velocidad básicamente futurista, de anticipación, porque viaja a muchos años después. El último capítulo está ambientado en Nueva York en el 2018. Si he intentado que este sea un libro electrónico que funcione con links, el próximo paso tendría que ser, naturalmente, un libro con tinta electrónica, en un soporte multimedia, aunque no sé si será posible que yo haga eso por ahora.
–Con todos los avances tecnológicos, el internet y la rapidez de las comunicaciones, ¿cómo ves a la literatura en el futuro?
–Supongo que se va a ir comprimiendo. Tengo la impresión de que cada vez va a ser mucho más vertiginosa en su complejidad extensiva. Las historias serán más cortas y van a tender a que la metáfora se exprima al extremo de que en muy pocas palabras podrá ser una gran emisora de significados. Hoy ya nadie se imagina hacer una novela como “La guerra y la paz” o “El Quijote”.
–Con tu primer libro, el poemario “La caída del equilibrista”, todavía estabas algo escondido. Después de la buena acogida de “Bombardero”, ¿se podría decir que el éxito te ha cambiado?
–Un escritor que se cree el éxito es un tipo liquidado. Además uno no está acá para hacer historia, uno está acá para escribir bien. Y yo quiero escribir bien. Por otro lado, los poetas son los grandes perdedores, pese a que la poesía es la más sublime de las artes. En cambio una novela les permite a sus autores lucir los mejores trajes de estación. Se visten, van a eventos y hacen sus cosas muy graciosas y ligeramente huachafas como este Bogotá 39, que es una huevada.
–¿Por qué dices eso?
–Porque solo van ahí a hablar de temas absolutamente superficiales. Es un buen pretexto para conocer gente y por ese lado me parece bonito. Yo pienso que uno tiene que estar encerrado sufriendo frente a su computadora, metido en la red, leyendo en silencio, trabajando las 24 horas. No creo que haya otra manera de enfrentarse a un texto dignamente que entregándose de manera absoluta a él. Los grandes autores son tipos que toman con seriedad este asunto.
–¿Tú mismo eres tan disciplinado?
–Yo era así, pero cuando se publicó “Bombardero” me ganó un poco la sensualidad y de hecho me echo la culpa por eso. Sobre este libro se han dicho cosas sumamente superlativas que no me asustan ni tampoco me comprometen. Todas las críticas no sirven de nada porque te puedes distraer del posible talento que puedas tener. En mi caso, todo el 2008 me lo he pasado juergueando en esta Lima orgiástica, pero supongo que lo merecía también porque invertí todo mi dinero en el libro.
–Tienes fama de ser una persona que vive en el extremo, entre cervezas y mujeres, incluso una banda peruana ha hecho una canción con tu nombre y que dice “Yo quiero ser como César Gutiérrez, ser el poeta maldito/salir todas las noches de tempestad/Tener carné honorario en Juanito/y ser el macho alfa de la ciudad”. ¿En realidad eres tan maldito?
–Alguien que sale en internet y da tantas entrevistas no puede ser maldito. Lo que pasa es que tengo cara de malo, la mirada feroz y me visto horrible, pero en realidad soy más bien un tipo bastante vulnerable, absolutamente enamoradizo y sumamente débil para afrontar la realidad. Tengo muchos problemas para conseguir trabajo porque soy incapaz de pedir favores.
–¿De qué vives entonces?
–Hay cosas eventuales como hacer guiones, pero son generalmente mis amigas las que me dan la mano. Tengo la suerte de tener muchas amigas generosas.
–¡Ahora se llaman amigas!
–Sí, amigas. Tienen mucho amor y son muy dadivosas (risas). Ellas son las que me salvan, porque yo estoy en medio de toda esta incertidumbre que termina haciendo añicos a esa cosa que se puede llamar seguridad. Pero, ¿sabes qué?, yo no me voy a morir de hambre. Como dicen, hay que caminar como quien no va a ninguna parte. De esa forma no se necesita viento favorable y, como tengo mala reputación, no tengo nada que cuidar, así que soy un hombre feliz.
La poesía y las mujeres
–¿Qué será lo siguiente de tu trabajo que llegue a librerías?
–Quiero sacar un poemario que tiene como 10 años de antigüedad. Quiero trabajarlo y darle velocidad. Tentativamente se titula “La novia inglesa de Marianito Melgar” y trata de un tipo que trabaja en un bar arequipeño llamado “El Búho”, a 37 escalones sobre el nivel del mar. El tipo se enamora de una chica que se llama Rachel, que es la musa de mis libros.
–¿Existió la tal Rachel o es un personaje imaginado?
–Existió y existe todavía. En el año 88 yo trabajaba justamente en el bar “El Búho”. De pronto apareció ella, y yo, como era un brichero en ciernes, la capturé. Estuvimos juntos un mes y luego regresó a Londres. Fue muy doloroso para mí. Después de algún tiempo la fui a visitar, estuvimos en París, en la tumba de Vallejo.
–Que es justamente donde comienza “Bombardero”. ¿Tanto te importó esta chica con solo un mes de relación?
–Alucinante. Me marcó como no lo hizo nadie. Cuando la vi de nuevo tenía un novio hiperceloso que no me dejaba acercármele. Me parece que Rachel nunca se enteró que ahora es mi musa.
Tomado de Domingo - La República (Lima, 9.ago.09)
OE QUE TE PAGUEN MIERDA!!!!
ResponderBorrargonzalo,
ResponderBorrarclaro q me pagaron: 2 soles por cada ground zero
pero ahora que les sugerí un 2% más (de cara a las cifras: un gesto meramente simbólico, como bien comprenderás) optaron por silenciar el e-mail
entonces hablé: nadie soporta semejante burla
y síguelos jodiendo
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