Entrevista: Gianmarco Farfán Cerdán
para: SOCIEDAD LATINA
Nubegris ya no es la misma. Desde que apareció aquel devastador 80M84RD3R0 disparando mortales ráfagas de palabras contra todo y todos sobre sus descoloridos cielos, Nubegris –mejor conocida como Lima- ya no es lo que fue. Mejor así. La narrativa peruana tampoco es la misma de antes. No volverá nunca a ser la misma, gracias a este brutal ataque recibido. El piloto de este renovador Bombardero, César Gutiérrez Rivas, vino desde la cálida Arequipa a cambiarlo todo. Y él lo sabe. Quién iba a pensar que la literatura peruana se renovaría desde el sur, y no desde Lima, ese monstruo de ocho millones de cabezas que siempre ha creído vanidosamente ser el Perú entero… Gutiérrez es un hombre de múltiples intereses: Bachiller en Derecho en 1987, ha sido disc jockey de radio, video jockey, y ahora es poeta, periodista y novelista. A sus 42 años de edad, ha trabajado en el diario El Pueblo de Arequipa, El Comercio, las revistas Caretas y Gourmet Latino, además de escribir para los diarios Página 12 de Buenos Aires y El Mundo de Madrid. Fundó una revista de literatura y ensayo llamada Revólver, y publicó en 1997 el poemario LA CAÍDA DEL EQUILIBRISTA. Su primera novela Bombardero ha sido elogiada por los reconocidos hombres de letras Julio Ortega, Ricardo González Vigil, Abelardo Oquendo, Mirko Lauer, Fernando Ampuero, entre otros. La primera parte de esta vanguardista obra de Gutiérrez –publicada este 2008- se titula Bombardero Ground Zero. Aquí se encuentran los dos primeros capítulos de los once que componen la novela completa. La segunda y tercera parte del libro se publicarán durante el primer y tercer trimestre del 2009, respectivamente. Es decir, durante todo el año que viene, la literatura peruana seguirá siendo bombardeada sin piedad por este libro experimental, lleno de saludables aires de renovación literaria y verdadera posmodernidad. Bombardero, una novela que, desde años antes de su publicación –cuando recién eran públicos algunos extractos- ha generado mucha justificada expectativa entre editoriales, literatos, críticos y lectores. Es como afirma la poeta, ensayista, novelista, filósofa y dramaturga Mónica Beleván -editora de Bombardero-: “estamos ante algo visionario, amenazador y vivo”.
Después de todo lo que has escuchado de Bombardero, de todo lo que se ha dicho: ¿qué es ahora Bombardero para ti?
Un objeto cada vez más ligero. Es una buena pregunta esa porque a raíz de los comentarios y las críticas se va metamorfoseando. Termina siendo -y este es un lugar común- cada vez menos tuyo. Y eso está bien porque me ayuda a aligerar la carga. Era terrible estar esclavizado tanto tiempo. Y ahora lo veo flotando…
Hay muchos temas en Bombardero. Uno, el de la modernidad, la electrónica. ¿Es una novela posmoderna? ¿Cuánto de tecnología hay en Bombardero?
Para empezar, fue elaborado de manera digital. Me refiero no solamente al hecho de haber sido escrito en una computadora sino porque fue mezclado en un aparato que por supuesto no existe pero me dio la gana de inventar -no creo que haya podido hacer este libro de otra manera-: convertir el teclado en sampler (herramienta utilizada en muchos géneros musicales, como la electrónica, por ejemplo) alimentado por una enorme cantidad de referentes para que se remezclen y combustionen. E ir probando si funcionaban sus diferentes niveles.
Lo has hecho como si fueras un DJ.
Sí, claro. Además, he sido discjockey durante mucho tiempo en Arequipa, también fui videojockey, entonces…
Has quedado como el DJ Tiësto (el mejor DJ de música electrónica del mundo durante varios años del siglo XXI) de la novela peruana.
Ojalá, ojalá. Me encanta Tiësto. Y sí, este proceso aparentemente fácil, es sumamente complicado. Hacer que la cuestión fluya, hacer visible una narración. Porque al principio no existía ese hilo, cosa que sólo hacen los grandes maestros, por ejemplos Joyce en Finnegans Wake, uno de los más grandes libros a los que me haya asomado de lejitoos, un libro ilegible en cualquier idioma. Su musicalidad y velocidad, sus referentes y la abrumadora cantidad de sabiduría que contiene lo hacen con frecuencia oscuro, pero es un libro para acercarse sin tanto miedo. Yo quise hacer esto, imitar un poco lo que hizo Joyce pero de manera muy humilde y con mis modestos referentes.
Claro. En el lado político, hay crítica hacia todos en general. Pero, por ejemplo, con los muhaydines, el hezbolá y todo este tema, eres bastante crítico.
Sí, pues. Yo creo que los mejores libros tienen que ser necesariamente heterodoxos. Eso para empezar. Y segundo porque soy un ateo impenitente, un combatiente feroz de todas las divinidades.
Rechazas los fundamentalismos.
De toda naturaleza. Si rechazo el machismo, imagínate, cómo no me va a agredir el fundamentalismo islámico o el cristiano. No sé cuál es peor. En este mundo están ambas corrientes -por lo menos en el mundo que nos ha tocado vivir- básicamente perfiladas para crear guerras inexistentes y matanzas para vender más armas de destrucción masiva, que siempre están ahí porque los que tratan de buscarlas son los que están empleándolas.
Claro.
Este momento de la historia va a ser recordado como uno de los más ignominiosos que hemos vivido. Porque si antes las guerras mundiales servían como una catarsis digamos "aceptada", ahora se nos ha impuesto la violencia de manera brutal, feroz, gratuita. Si todas las guerras son injustas, esta es la peor de todas.
(…) mi memoria es una hilandera que empieza a tejer una red con los 11 huesos blancos y ovalados de mi cráneo, mi memoria teje a Battery Park de 11 letras, a New York City de 11 letras, a Afghanistan de 11 letras, The Pentagon también tiene 11 letras, el hijo de puta que organizó el primer ataque a las torres en 1993 se llama Ramzi Yousef y tiene 11 letras, el vuelo 11 llevaba 92 personas a bordo: 9 + 2 = 11, el vuelo 77 llevaba 65 personas a bordo: 6 + 5 = 11, escribo mirando la tele y me caigo y me deshago en despedidas lejanas con futuro de guerra y cero probabilidades de resistencia y menos de sobreviviencia, baila la guerra (…) (De Bombardero Ground Zero, página 66)
¿Las Torres Gemelas, el 11 de setiembre, es una justificación solamente para hablar de todo lo que quieres hablar, de lo que te molesta? Si no hubiera ocurrido el 11 de setiembre ¿hubieras podido escribir Bombardero?
No, creo que no. Siempre tenía que haber un elemento catalizador.
¿El 7 de julio (del 2005) en Londres o el 11 de marzo (del 2004) en Atocha, hubieran podido desatar o detonar esos mismos impulsos que tenías?
No.
El 11 de setiembre era el más…
El 11 de setiembre me cambió la vida ese día. Empecé a ser muy distinto porque una parte de mi existencia se estaba acabando. Estaba siendo testigo de un hecho absolutamente increíble que parecía extraído de la mente más enferma de un creador cinematográfico feroz. Y no creo que haya existido un elemento, un pretexto como tú le llamas –y le llamas muy bien- para desarrollar una historia que, además, convoque tantas otras historias subalternas, tantos sueños frustrados, tanta sangre derramada. Ahora, Hemingway decía que no había mejor pretexto para escribir una historia que una guerra, porque en una guerra está todo.
Está todo.
En una guerra tienes emociones encontradas, tienes velocidad.
Momentos de crisis.
Sí.
Y de las crisis sale cualquier cosa.
Exactamente. Son momentos extremos. Y en los extremos siempre ocurre la mayor conflagración del hombre.
En cuanto a los medios de comunicación, me parece -aunque al principio uno no lo nota mucho, pero cuando vas avanzando te das cuenta- que esa frase que siempre sueltas: “más detalles adelante”… A los medios de comunicación les das durísimo con algo tan sencillo como una frase entre paréntesis.
Sí. En realidad también eso ocurre gracias a la sensibilidad del lector, a su sutileza. Además, he trabajado tanto tiempo en prensa escrita…, he estado en la cocina de la prensa y sé cómo se hacen los guisos. Se levantan y se inventan historias. He sido esclavo un poco de eso, también. Siempre tenía problemas en el periódico porque a veces ficcionaba sutilmente sobre los datos que me faltaban. Atentaba la ética periodística. Andaba muy cansado de vivir pegado a la realidad.
Eras el Jayson Blair (periodista que tuvo que renunciar a The New York Times el 2003 por falsificar sus noticias) de El Comercio.
Yo soy peor, peor (risas). Como periodista me sentía muy atrapado en una realidad y no me satisfacía, había que estar ciñéndose a las fuentes y las fuentes siempre era gente sumamente aburrida. Entonces yo pensaba que una mejor fuente podía ser mi imaginación. Pero eso colisionaba contra los principios básicos de la prensa. Por eso me fui, por eso escribí este libro donde viaja toda mi imaginación. Creo que el gran invento del hombre es la novela, por lo menos para quienes escriben: esto es lo único que yo sé hacer -no sé si tan bien-. En una novela puedes meter absolutamente todo. En la poesía hay reglas, la poesía también te constriñe y como poeta me sentía también insatisfecho. Entonces acá me divierto, hago cualquier cosa, por ejemplo explosiones en la red, en una parte el libro sencillamente se rompe, estalla, está casi al final.
Toda la novela tiene un aire poético, un sentido poético muy profundo. Es un gran poema tu libro. Se puede ver de esa forma.
Gracias. Sí, yo también pienso así. En realidad era un poema. En primer lugar, cuando empecé a escribirlo no me planteé la idea de hacer una novela. Renuncié al periódico porque quería escribir un poema largo a partir de esa tragedia. Ese mismo día, acababa de llegar de una fiesta, estaba resaqueado y jateando, entonces tocan la puerta y me dicen “oye, prende la tele”. Prendo la tele y justo la novia con la que en esa época vivía en el malecón de Miraflores (ahora vive en Barranco)…
Siempre junto al mar.
Sí, siempre junto al mar, siempre, me gusta mucho más que la montaña. Entonces, justo esa chica estaba viajando a Estados Unidos. Claro, había partido la noche anterior y estaba haciendo escala en Panamá, y en ese momento estaba en el aire, no pudo aterrizar. Ese fue también un catalizador para poder embarcarme en esta historia: no podía comunicarme con ella, era trágico, no se sabía qué es lo que estaba pasando en el mundo. Fui a la redacción del periódico y todos estábamos absolutamente asombrados. Ese día estaba al lado de Fernando Ampuero y otros periodistas. Y todos estábamos absolutamente pasmados mirando las imágenes en la televisión, diciendo “¿en qué instante Estados Unidos empieza a bombardear?”, porque era lo lógico teniendo a Bush ahí...
Tan pro-guerra.
¿No? Tan asesorado por esta sarta de conservadores y vendedores de armas, porque esta es una bronca entre traficantes. Porque Bin Laden es socio de Bush en Arbusto, que es la petrolera de Texas. Entonces es una pelea de…
Eso no lo podrías decir en el APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico que acaba de concluir la semana pasada en Lima).
Ja ja… Sobre todo si tenemos una fragata (frente a nosotros, en el mar barranquino, hay una imponente y vigilante fragata) que está con sus cañones…
Apuntando de frente.
Sí. Seguro que nos están escuchando. Estos chuponean todo (risas).
También una cosa que me llamaba la atención era como juegas con los tiempos de forma escondida.
Sí.
Por ratos eres un narrador omnisciente porque ya sabes lo que pasó y dices “justo ahorita las señoras tal y tal, que después van a aparecer en tal lugar”… Que son unas víctimas de las Torres Gemelas, y dices “esas señoras van a aparecer acá”, entonces estás un rato en presente y después en futuro. ¿Cómo has hecho para no marearte y no marear al lector?
Me he aislado completamente, me fui al lugar más aburrido del mundo para concentrarme exclusivamente en este libro, que además demandaba matiné, vermouth y noche. Yo tenía que estar pilotando la novela y la novela tenía que estar funcionando conmigo de manera constante. Se parecía mucho a esa imagen de la solitaria que tragaban algunas señoras en la Edad Media para adelgazar: les iba comiendo por dentro, entonces no les hacía provecho lo que comían y no engordaban.
Arequipa fue tu solitaria.
Sí. Fue mi solitaria. Y me fue devorando. En realidad, era terriblemente doloroso saber que tienes un libro no comercial, que no se va a vender...
Pero no importa porque -en mi modesta opinión y la de muchos críticos que saben mil veces más que yo-, en verdad, a la narrativa peruana la estás innovando, estás poniéndola con los tiempos.
Sí, pero cuando tú escribes no piensas en eso. No piensas en pasar a la historia, porque no sabes exactamente a dónde te estás dirigiendo, no sabes qué va a pasar con este libro, y la incertidumbre es lo que realmente te mata, la incertidumbre te pone contra la pared. Pero lo peor de todo es que no puedes librarte de eso. Yo quería hacer este libro grande, un libro potente, me enamoré del libro, me enamoré del tema, y sabía que algo iba a ocurrir acá. Tenía que explosionar de alguna manera. Era la única forma que conocía para reinventarme porque durante mucho tiempo había sido periodista. Y para sentirme bien ante mí mismo, para ser un poco más digno cada día y mirarme al espejo de frente.
(…) mi novia es periodista y en estos momentos está volando en su calidad de desviada especial al devaluado Festival de Cine Independiente de Sundance, pero en estos momentos yo pienso en Rachel, siempre pienso en Rachel y cuando pienso en Rachel pienso en ese cementerio de París que debe ser el único cementerio del Universo perfumado de ozono (…) (De Bombardero Ground Zero, página 135).
Rachel, de la que tanto hablas, que es tu Virgilio en la novela: ¿es una o son todas las mujeres?
No estoy autorizado a responder esa pregunta (risas). Sí, es una y todas. En realidad fueron dos chicas, dos novias inglesas con las que viví en Arequipa, Cuzco y aquí, en la Bajada de los Baños (de Barranco). Teníamos una casita y ahí escribí algunas historias que están acá (señala el libro). Este es un libro que recopila muchos momentos de mi vida: diarios, cuentos, poemas, canciones, películas, cosas que iba anotando y que me llevé a Nueva York. El armazón lo hice acá del 2001 al 2003. El 2003 me fui con todo lo que tenía, incluso artículos periodísticos, entrevistas, la que le hice a Robert Smith, por ejemplo, que aparentemente no tendrían por qué estar acá pero pensé que en algún momento podían entrar. La cuestión también era no forzar el libro, no siempre debes meter todo. Tuve que mochar un montón. O sea, este libro son tres libros más. Hay dos libros que son los hermanos tullidos de Bombardero.
Va a salir el Bombarderito…
(Risas) Sí, ojalá salga algo de ahí. Lo primero -y esto no debía anunciarlo pero ya lo dije en Arequipa, ya todo el mundo lo sabe- es que vamos a hacer una película de este libro. No sé cómo saldrá, es una rompedera de cabeza pero estoy trabajando en un sitio que se llama Laika Comunicadores, una agencia de publicidad, con por lo menos dos tipos talentosísimos y muy brillantes: Carlos Gonzáles, que es diseñador, músico, cineasta y tiene una película que ya está en Sundance y de pronto la vemos en festivales internacionales…
Qué bueno.
Es una gran película que trabaja con el antientretenimiento también, también de vanguardia, digital, muy linda. Y, con Diego Fernández-Stoll, que es el chico que remezcla las imágenes, y crea otros mundos con imágenes.
Claro. Y el tema de las marcas -productos, servicios o empresas (que se mencionan durante todo el libro)-: ¿es una crítica al consumismo, es “me gusta el consumismo”? ¿Amo Mac Donald’s u odio Mac Donald’s?
(Ríe). Creo que en algún momento todos comemos comida chatarra, así como miramos televisión. Entonces, como decía (Mirko) Lauer en la presentación, el uso de estos distintos tipos de letras (cada marca tiene un particular tipo de letra) no es una cuestión manierista, no está gratuitamente ahí, no está porque mi computadora tiene tantos tipos de letras y porque quiero hacerme el bacán, si no es como tú dices: hay un trasfondo. Todos vivimos tan repletos de marcas y tan llenos de logotipos que solamente falta que nos pongan un código de barras en la espalda para estar autorizados a salir a la calle.
El hecho de tener muchos idiomas mencionados en la novela apunta al cosmopolitismo.
Sí.
¿Te sientes un cosmopolita?
Claro. Además, ahora con la multiinformación cada vez todos somos un poco más esclavos de los diferentes lenguajes. Ya es una Torre de Babel. Es el sueño de la Biblioteca de Alejandría en un pedacito de plasma. Y están todos los idiomas, conviven y literalmente nos bombardean. El otro día recibí una invitación de Facebook a leer un artículo que decía que nosotros estamos separados por seis personas en el planeta, seis personas nos separan de acá hasta el Japón. Cada vez se estrechan más las fronteras. Y ahora con el Facebook te metes al dormitorio de la gente, que no tiene ningún problema en mostrarse en paños menores. Es una cosa de locos.
Quién es el Bombardero en verdad: ¿el mundo que estás viviendo o tú eres el que bombardea al mundo?
Espero ser uno de los mejores intérpretes de lo que está ocurriendo en el mundo. Soy un hijo de mi tiempo y este libro es un scanner paródico, un paneo, una cámara rápida que atraviesa el planeta. Desde mi humilde punto de vista es el único aporte que más o menos me puede salir ligeramente bien. No aspiro a ser un vocero de, ni mucho menos. No tengo ni la capacidad ni la cultura para aspirar a tanto, ojalá que solo pueda ser mejor escritor.
Ahora son las 9:28, la radio está abierta y los secuestradores atacan abiertamente a Dahl y a su primer oficial de vuelo, el capitán y el primer oficial hacen un llamado de auxilio y 35 segundos después uno de ellos grita ¡oigan, salgan de aquí!, ¡salgan de aquí!, la radio transmite en vivo y en directo el enfrentamiento en la cabina de mando, los controladores aéreos envían sus llamados pero Jarrah no contesta porque está sentado y pilotea:
-Señoras y señores, soy el capitán. Tenemos una bomba a bordo. Por lo tanto, siéntense.
Jarrah conduce, sus amigos matan, Jarrah dibuja trayectorias caprichosas con la media luna, una mano en la media luna y la otra en un cuchillo (…) (De Bombardero Ground Zero, páginas 100 y 101).
Tu experiencia como periodista, tanto acá en Perú en El Comercio como en El Mundo en España y Página 12 en Argentina: ¿cuánto ha contribuido para que puedas escribir la novela?
El periodismo ha sido un excelente campo de entrenamiento para mí. Ser periodista te permite vivir en mundos a los que tú nunca accederías. Por ejemplo, yo estaba alojado en Los Ángeles en el mismo hotel de Angelina Jolie. Ese tipo de cosas nunca me va a volver a pasar. O de pronto te invitan a un crucero. Esas cosas te facilita la prensa, te comunica con mundos subterráneos y alucinados, vas viajando por muchos planos. Yo nunca hubiera, por ejemplo, entrado a La Huerta Perdida.
La Huerta Perdida.
O a los fumaderos del Callao. Si no hubiera sido periodista no hubiera conversado con celebridades tipo Manu Chao, del cual me hice muy amigo y vino a mi casa. No hubiera hablado jamás con Cerati en Buenos Aires y cuando estuvo en Arequipa nos fuimos a tomar unos tragos. Estaba con Cerati ahí, feliz de la vida, con su chica y su amiga colombiana. O conocer a Robert Smith (líder de The Cure)… podía hasta oler la resaca del tipo, había chupado la noche anterior. Cuando era chibolo yo me compraba mis polos de Robert en las galerías Persia, que estaban en Larco, lo llevaba acá (señala su pecho) y luego lo tengo ahí (en persona). Es como el concierto de REM el otro día (en Lima): no puedes creer que esta gente esté acá.
Como un sueño.
Cosa que no me pasa con los escritores. Siempre creo que las estrellas están en Hollywood, en otro lado. Los escritores no me causan tanta sensación. Los veo como tipos mucho más normales.
¿Ni con Tomás Eloy Martínez, a quien estuviste tan cerca en Página 12?
Es un tipo sencillísimo. Y lo volví a ver en New Jersey porque conocí a una chica con la que me fui a vivir allí. Ella era profesora en la misma universidad de Martínez, argentina también.
Tomás tiene una prosa brillante.
Sí. Claro. Es absolutamente encantador, muy modesto y generoso.
Muchas gracias por la entrevista, y felicitaciones nuevamente por el libro. Esperamos que poco a poco se le dé el lugar que merece. En verdad es una gran obra.
Gracias, Gianmarco.
Después de todo lo que has escuchado de Bombardero, de todo lo que se ha dicho: ¿qué es ahora Bombardero para ti?
Un objeto cada vez más ligero. Es una buena pregunta esa porque a raíz de los comentarios y las críticas se va metamorfoseando. Termina siendo -y este es un lugar común- cada vez menos tuyo. Y eso está bien porque me ayuda a aligerar la carga. Era terrible estar esclavizado tanto tiempo. Y ahora lo veo flotando…
Hay muchos temas en Bombardero. Uno, el de la modernidad, la electrónica. ¿Es una novela posmoderna? ¿Cuánto de tecnología hay en Bombardero?
Para empezar, fue elaborado de manera digital. Me refiero no solamente al hecho de haber sido escrito en una computadora sino porque fue mezclado en un aparato que por supuesto no existe pero me dio la gana de inventar -no creo que haya podido hacer este libro de otra manera-: convertir el teclado en sampler (herramienta utilizada en muchos géneros musicales, como la electrónica, por ejemplo) alimentado por una enorme cantidad de referentes para que se remezclen y combustionen. E ir probando si funcionaban sus diferentes niveles.
Lo has hecho como si fueras un DJ.
Sí, claro. Además, he sido discjockey durante mucho tiempo en Arequipa, también fui videojockey, entonces…
Has quedado como el DJ Tiësto (el mejor DJ de música electrónica del mundo durante varios años del siglo XXI) de la novela peruana.
Ojalá, ojalá. Me encanta Tiësto. Y sí, este proceso aparentemente fácil, es sumamente complicado. Hacer que la cuestión fluya, hacer visible una narración. Porque al principio no existía ese hilo, cosa que sólo hacen los grandes maestros, por ejemplos Joyce en Finnegans Wake, uno de los más grandes libros a los que me haya asomado de lejitoos, un libro ilegible en cualquier idioma. Su musicalidad y velocidad, sus referentes y la abrumadora cantidad de sabiduría que contiene lo hacen con frecuencia oscuro, pero es un libro para acercarse sin tanto miedo. Yo quise hacer esto, imitar un poco lo que hizo Joyce pero de manera muy humilde y con mis modestos referentes.
Claro. En el lado político, hay crítica hacia todos en general. Pero, por ejemplo, con los muhaydines, el hezbolá y todo este tema, eres bastante crítico.
Sí, pues. Yo creo que los mejores libros tienen que ser necesariamente heterodoxos. Eso para empezar. Y segundo porque soy un ateo impenitente, un combatiente feroz de todas las divinidades.
Rechazas los fundamentalismos.
De toda naturaleza. Si rechazo el machismo, imagínate, cómo no me va a agredir el fundamentalismo islámico o el cristiano. No sé cuál es peor. En este mundo están ambas corrientes -por lo menos en el mundo que nos ha tocado vivir- básicamente perfiladas para crear guerras inexistentes y matanzas para vender más armas de destrucción masiva, que siempre están ahí porque los que tratan de buscarlas son los que están empleándolas.
Claro.
Este momento de la historia va a ser recordado como uno de los más ignominiosos que hemos vivido. Porque si antes las guerras mundiales servían como una catarsis digamos "aceptada", ahora se nos ha impuesto la violencia de manera brutal, feroz, gratuita. Si todas las guerras son injustas, esta es la peor de todas.
(…) mi memoria es una hilandera que empieza a tejer una red con los 11 huesos blancos y ovalados de mi cráneo, mi memoria teje a Battery Park de 11 letras, a New York City de 11 letras, a Afghanistan de 11 letras, The Pentagon también tiene 11 letras, el hijo de puta que organizó el primer ataque a las torres en 1993 se llama Ramzi Yousef y tiene 11 letras, el vuelo 11 llevaba 92 personas a bordo: 9 + 2 = 11, el vuelo 77 llevaba 65 personas a bordo: 6 + 5 = 11, escribo mirando la tele y me caigo y me deshago en despedidas lejanas con futuro de guerra y cero probabilidades de resistencia y menos de sobreviviencia, baila la guerra (…) (De Bombardero Ground Zero, página 66)
¿Las Torres Gemelas, el 11 de setiembre, es una justificación solamente para hablar de todo lo que quieres hablar, de lo que te molesta? Si no hubiera ocurrido el 11 de setiembre ¿hubieras podido escribir Bombardero?
No, creo que no. Siempre tenía que haber un elemento catalizador.
¿El 7 de julio (del 2005) en Londres o el 11 de marzo (del 2004) en Atocha, hubieran podido desatar o detonar esos mismos impulsos que tenías?
No.
El 11 de setiembre era el más…
El 11 de setiembre me cambió la vida ese día. Empecé a ser muy distinto porque una parte de mi existencia se estaba acabando. Estaba siendo testigo de un hecho absolutamente increíble que parecía extraído de la mente más enferma de un creador cinematográfico feroz. Y no creo que haya existido un elemento, un pretexto como tú le llamas –y le llamas muy bien- para desarrollar una historia que, además, convoque tantas otras historias subalternas, tantos sueños frustrados, tanta sangre derramada. Ahora, Hemingway decía que no había mejor pretexto para escribir una historia que una guerra, porque en una guerra está todo.
Está todo.
En una guerra tienes emociones encontradas, tienes velocidad.
Momentos de crisis.
Sí.
Y de las crisis sale cualquier cosa.
Exactamente. Son momentos extremos. Y en los extremos siempre ocurre la mayor conflagración del hombre.
En cuanto a los medios de comunicación, me parece -aunque al principio uno no lo nota mucho, pero cuando vas avanzando te das cuenta- que esa frase que siempre sueltas: “más detalles adelante”… A los medios de comunicación les das durísimo con algo tan sencillo como una frase entre paréntesis.
Sí. En realidad también eso ocurre gracias a la sensibilidad del lector, a su sutileza. Además, he trabajado tanto tiempo en prensa escrita…, he estado en la cocina de la prensa y sé cómo se hacen los guisos. Se levantan y se inventan historias. He sido esclavo un poco de eso, también. Siempre tenía problemas en el periódico porque a veces ficcionaba sutilmente sobre los datos que me faltaban. Atentaba la ética periodística. Andaba muy cansado de vivir pegado a la realidad.
Eras el Jayson Blair (periodista que tuvo que renunciar a The New York Times el 2003 por falsificar sus noticias) de El Comercio.
Yo soy peor, peor (risas). Como periodista me sentía muy atrapado en una realidad y no me satisfacía, había que estar ciñéndose a las fuentes y las fuentes siempre era gente sumamente aburrida. Entonces yo pensaba que una mejor fuente podía ser mi imaginación. Pero eso colisionaba contra los principios básicos de la prensa. Por eso me fui, por eso escribí este libro donde viaja toda mi imaginación. Creo que el gran invento del hombre es la novela, por lo menos para quienes escriben: esto es lo único que yo sé hacer -no sé si tan bien-. En una novela puedes meter absolutamente todo. En la poesía hay reglas, la poesía también te constriñe y como poeta me sentía también insatisfecho. Entonces acá me divierto, hago cualquier cosa, por ejemplo explosiones en la red, en una parte el libro sencillamente se rompe, estalla, está casi al final.
Toda la novela tiene un aire poético, un sentido poético muy profundo. Es un gran poema tu libro. Se puede ver de esa forma.
Gracias. Sí, yo también pienso así. En realidad era un poema. En primer lugar, cuando empecé a escribirlo no me planteé la idea de hacer una novela. Renuncié al periódico porque quería escribir un poema largo a partir de esa tragedia. Ese mismo día, acababa de llegar de una fiesta, estaba resaqueado y jateando, entonces tocan la puerta y me dicen “oye, prende la tele”. Prendo la tele y justo la novia con la que en esa época vivía en el malecón de Miraflores (ahora vive en Barranco)…
Siempre junto al mar.
Sí, siempre junto al mar, siempre, me gusta mucho más que la montaña. Entonces, justo esa chica estaba viajando a Estados Unidos. Claro, había partido la noche anterior y estaba haciendo escala en Panamá, y en ese momento estaba en el aire, no pudo aterrizar. Ese fue también un catalizador para poder embarcarme en esta historia: no podía comunicarme con ella, era trágico, no se sabía qué es lo que estaba pasando en el mundo. Fui a la redacción del periódico y todos estábamos absolutamente asombrados. Ese día estaba al lado de Fernando Ampuero y otros periodistas. Y todos estábamos absolutamente pasmados mirando las imágenes en la televisión, diciendo “¿en qué instante Estados Unidos empieza a bombardear?”, porque era lo lógico teniendo a Bush ahí...
Tan pro-guerra.
¿No? Tan asesorado por esta sarta de conservadores y vendedores de armas, porque esta es una bronca entre traficantes. Porque Bin Laden es socio de Bush en Arbusto, que es la petrolera de Texas. Entonces es una pelea de…
Eso no lo podrías decir en el APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico que acaba de concluir la semana pasada en Lima).
Ja ja… Sobre todo si tenemos una fragata (frente a nosotros, en el mar barranquino, hay una imponente y vigilante fragata) que está con sus cañones…
Apuntando de frente.
Sí. Seguro que nos están escuchando. Estos chuponean todo (risas).
También una cosa que me llamaba la atención era como juegas con los tiempos de forma escondida.
Sí.
Por ratos eres un narrador omnisciente porque ya sabes lo que pasó y dices “justo ahorita las señoras tal y tal, que después van a aparecer en tal lugar”… Que son unas víctimas de las Torres Gemelas, y dices “esas señoras van a aparecer acá”, entonces estás un rato en presente y después en futuro. ¿Cómo has hecho para no marearte y no marear al lector?
Me he aislado completamente, me fui al lugar más aburrido del mundo para concentrarme exclusivamente en este libro, que además demandaba matiné, vermouth y noche. Yo tenía que estar pilotando la novela y la novela tenía que estar funcionando conmigo de manera constante. Se parecía mucho a esa imagen de la solitaria que tragaban algunas señoras en la Edad Media para adelgazar: les iba comiendo por dentro, entonces no les hacía provecho lo que comían y no engordaban.
Arequipa fue tu solitaria.
Sí. Fue mi solitaria. Y me fue devorando. En realidad, era terriblemente doloroso saber que tienes un libro no comercial, que no se va a vender...
Pero no importa porque -en mi modesta opinión y la de muchos críticos que saben mil veces más que yo-, en verdad, a la narrativa peruana la estás innovando, estás poniéndola con los tiempos.
Sí, pero cuando tú escribes no piensas en eso. No piensas en pasar a la historia, porque no sabes exactamente a dónde te estás dirigiendo, no sabes qué va a pasar con este libro, y la incertidumbre es lo que realmente te mata, la incertidumbre te pone contra la pared. Pero lo peor de todo es que no puedes librarte de eso. Yo quería hacer este libro grande, un libro potente, me enamoré del libro, me enamoré del tema, y sabía que algo iba a ocurrir acá. Tenía que explosionar de alguna manera. Era la única forma que conocía para reinventarme porque durante mucho tiempo había sido periodista. Y para sentirme bien ante mí mismo, para ser un poco más digno cada día y mirarme al espejo de frente.
(…) mi novia es periodista y en estos momentos está volando en su calidad de desviada especial al devaluado Festival de Cine Independiente de Sundance, pero en estos momentos yo pienso en Rachel, siempre pienso en Rachel y cuando pienso en Rachel pienso en ese cementerio de París que debe ser el único cementerio del Universo perfumado de ozono (…) (De Bombardero Ground Zero, página 135).
Rachel, de la que tanto hablas, que es tu Virgilio en la novela: ¿es una o son todas las mujeres?
No estoy autorizado a responder esa pregunta (risas). Sí, es una y todas. En realidad fueron dos chicas, dos novias inglesas con las que viví en Arequipa, Cuzco y aquí, en la Bajada de los Baños (de Barranco). Teníamos una casita y ahí escribí algunas historias que están acá (señala el libro). Este es un libro que recopila muchos momentos de mi vida: diarios, cuentos, poemas, canciones, películas, cosas que iba anotando y que me llevé a Nueva York. El armazón lo hice acá del 2001 al 2003. El 2003 me fui con todo lo que tenía, incluso artículos periodísticos, entrevistas, la que le hice a Robert Smith, por ejemplo, que aparentemente no tendrían por qué estar acá pero pensé que en algún momento podían entrar. La cuestión también era no forzar el libro, no siempre debes meter todo. Tuve que mochar un montón. O sea, este libro son tres libros más. Hay dos libros que son los hermanos tullidos de Bombardero.
Va a salir el Bombarderito…
(Risas) Sí, ojalá salga algo de ahí. Lo primero -y esto no debía anunciarlo pero ya lo dije en Arequipa, ya todo el mundo lo sabe- es que vamos a hacer una película de este libro. No sé cómo saldrá, es una rompedera de cabeza pero estoy trabajando en un sitio que se llama Laika Comunicadores, una agencia de publicidad, con por lo menos dos tipos talentosísimos y muy brillantes: Carlos Gonzáles, que es diseñador, músico, cineasta y tiene una película que ya está en Sundance y de pronto la vemos en festivales internacionales…
Qué bueno.
Es una gran película que trabaja con el antientretenimiento también, también de vanguardia, digital, muy linda. Y, con Diego Fernández-Stoll, que es el chico que remezcla las imágenes, y crea otros mundos con imágenes.
Claro. Y el tema de las marcas -productos, servicios o empresas (que se mencionan durante todo el libro)-: ¿es una crítica al consumismo, es “me gusta el consumismo”? ¿Amo Mac Donald’s u odio Mac Donald’s?
(Ríe). Creo que en algún momento todos comemos comida chatarra, así como miramos televisión. Entonces, como decía (Mirko) Lauer en la presentación, el uso de estos distintos tipos de letras (cada marca tiene un particular tipo de letra) no es una cuestión manierista, no está gratuitamente ahí, no está porque mi computadora tiene tantos tipos de letras y porque quiero hacerme el bacán, si no es como tú dices: hay un trasfondo. Todos vivimos tan repletos de marcas y tan llenos de logotipos que solamente falta que nos pongan un código de barras en la espalda para estar autorizados a salir a la calle.
El hecho de tener muchos idiomas mencionados en la novela apunta al cosmopolitismo.
Sí.
¿Te sientes un cosmopolita?
Claro. Además, ahora con la multiinformación cada vez todos somos un poco más esclavos de los diferentes lenguajes. Ya es una Torre de Babel. Es el sueño de la Biblioteca de Alejandría en un pedacito de plasma. Y están todos los idiomas, conviven y literalmente nos bombardean. El otro día recibí una invitación de Facebook a leer un artículo que decía que nosotros estamos separados por seis personas en el planeta, seis personas nos separan de acá hasta el Japón. Cada vez se estrechan más las fronteras. Y ahora con el Facebook te metes al dormitorio de la gente, que no tiene ningún problema en mostrarse en paños menores. Es una cosa de locos.
Quién es el Bombardero en verdad: ¿el mundo que estás viviendo o tú eres el que bombardea al mundo?
Espero ser uno de los mejores intérpretes de lo que está ocurriendo en el mundo. Soy un hijo de mi tiempo y este libro es un scanner paródico, un paneo, una cámara rápida que atraviesa el planeta. Desde mi humilde punto de vista es el único aporte que más o menos me puede salir ligeramente bien. No aspiro a ser un vocero de, ni mucho menos. No tengo ni la capacidad ni la cultura para aspirar a tanto, ojalá que solo pueda ser mejor escritor.
Ahora son las 9:28, la radio está abierta y los secuestradores atacan abiertamente a Dahl y a su primer oficial de vuelo, el capitán y el primer oficial hacen un llamado de auxilio y 35 segundos después uno de ellos grita ¡oigan, salgan de aquí!, ¡salgan de aquí!, la radio transmite en vivo y en directo el enfrentamiento en la cabina de mando, los controladores aéreos envían sus llamados pero Jarrah no contesta porque está sentado y pilotea:
-Señoras y señores, soy el capitán. Tenemos una bomba a bordo. Por lo tanto, siéntense.
Jarrah conduce, sus amigos matan, Jarrah dibuja trayectorias caprichosas con la media luna, una mano en la media luna y la otra en un cuchillo (…) (De Bombardero Ground Zero, páginas 100 y 101).
Tu experiencia como periodista, tanto acá en Perú en El Comercio como en El Mundo en España y Página 12 en Argentina: ¿cuánto ha contribuido para que puedas escribir la novela?
El periodismo ha sido un excelente campo de entrenamiento para mí. Ser periodista te permite vivir en mundos a los que tú nunca accederías. Por ejemplo, yo estaba alojado en Los Ángeles en el mismo hotel de Angelina Jolie. Ese tipo de cosas nunca me va a volver a pasar. O de pronto te invitan a un crucero. Esas cosas te facilita la prensa, te comunica con mundos subterráneos y alucinados, vas viajando por muchos planos. Yo nunca hubiera, por ejemplo, entrado a La Huerta Perdida.
La Huerta Perdida.
O a los fumaderos del Callao. Si no hubiera sido periodista no hubiera conversado con celebridades tipo Manu Chao, del cual me hice muy amigo y vino a mi casa. No hubiera hablado jamás con Cerati en Buenos Aires y cuando estuvo en Arequipa nos fuimos a tomar unos tragos. Estaba con Cerati ahí, feliz de la vida, con su chica y su amiga colombiana. O conocer a Robert Smith (líder de The Cure)… podía hasta oler la resaca del tipo, había chupado la noche anterior. Cuando era chibolo yo me compraba mis polos de Robert en las galerías Persia, que estaban en Larco, lo llevaba acá (señala su pecho) y luego lo tengo ahí (en persona). Es como el concierto de REM el otro día (en Lima): no puedes creer que esta gente esté acá.
Como un sueño.
Cosa que no me pasa con los escritores. Siempre creo que las estrellas están en Hollywood, en otro lado. Los escritores no me causan tanta sensación. Los veo como tipos mucho más normales.
¿Ni con Tomás Eloy Martínez, a quien estuviste tan cerca en Página 12?
Es un tipo sencillísimo. Y lo volví a ver en New Jersey porque conocí a una chica con la que me fui a vivir allí. Ella era profesora en la misma universidad de Martínez, argentina también.
Tomás tiene una prosa brillante.
Sí. Claro. Es absolutamente encantador, muy modesto y generoso.
Muchas gracias por la entrevista, y felicitaciones nuevamente por el libro. Esperamos que poco a poco se le dé el lugar que merece. En verdad es una gran obra.
Gracias, Gianmarco.
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